miércoles, 30 de enero de 2008

"Hay otros mundos, pero están en éste". (H.G. Wells)

Las personas siempre hemos tenido dos mundos entre los que repartimos nuestro limitado tiempo vital: el mundo real, donde desarrollamos la mayor parte de nuestras actividades (alimentación, formación, trabajo, compras y gestiones, ocio, comunicación y relación social...), y el mundo de la imaginación, espacio que forma parte de nuestro ser "mental" en el que todo es posible y donde nos refugiamos a veces para soñar realidades y vivencias imposibles o simplemente para averiguar nuestro entorno.
Creo que depende en gran parte de la personalidad de la persona que lo interpreta.
La misma persona puede comenzar gran variedad de mundos posibles que podemos construir nosotros, los seres humanos, mediante nuestras acciones y mediante nuestras elecciones. Hay otras vidas, y están en nosotros. Es decir que existen otras posibilidades para nuestra vida, seguramente mejores todas ellas, y las mismas aguardan dentro de nosotros para que las “saquemos a la luz”.
Una de mis opiniones es que esos “otros mundos” son precisamente los que constituyen el patrimonio imaginario de la clase a la que pertenecemos en donde podemos ampliar y enriquecer la invención. Esos “otros mundos”, surgidos a veces en la más pura realidad o en las más pura fantasía pero siempre revelados desde la imaginación. Es también una experiencia solitaria, que causa ese orden de ensimismamiento tan adecuado para que la soledad real ayude a la comunicación con lo imaginario, para que la complicidad con esos “otros mundos” sea más indicada para crearse.
La pertenencia de lo imaginario, es esa parte fundamental de la vida, que esta a nuestro lado, en ese mundo que, a la vez, nos causa intriga. Lo imaginario es también otro espacio de comprensión, de descubrimiento de los sucesos, de los pensamientos, de las fantasías que nos importan, las fantasías de nuestra realidad, de nuestra vida, de nuestros sueños y ilusiones, dando reparación a esas confusiones que forman un espejo de lo que somos, un espejo distinto a todos los demás, un espejo capaz de ampliar, de alterar, de enriquecer, al final, nuestra existencia.
Para mí la imaginación es, con todos sus riesgos, ese medio que ayuda a que seamos más libres y más sabios, por encima de todas las tristezas y dudas. O a participar en ese profundo sentimiento de ilógico y angustia que nos hace ser dueños, también solitarios y indecisos pero más sensatos, de una triste conciencia en un mundo donde se pasan los peligros de una vida. O a conocer, desde su más indescifrable interior, a tantos perdedores, a tantos aventureros, a tantos seres que sobreviven con el ejemplo de su desgracia, de su grandeza, de su dignidad, de su perversión.
Sin esa llave, sin esos mundos, nuestra experiencia particular sería pobre.
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Félix Muñoz. 4º A